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Hombre de viajes, Philippe Viejo descubre en su juventud lugares recónditos a bordo de un barco familiar que construye con su padre. Un primer viaje, marcado por los movimientos caóticos del mar, por los colores saturados de países lejanos y por la práctica de la apnea de alto nivel durante más de quince años en Martinica. 

 

De este periplo, conserva el gusto por la aventura que ahora comparte con su esposa e hijos; varios “road trip” en Europa del Este, Estados Unidos de Norte América, Canadá. La travesía de las Américas desde la Tierra del Fuego hasta Alaska, de julio 2016 a agosto 2017.

 

La pintura irrumpe en la vida del joven Philippe a muy corta edad. Sus profesores detectan su talento y lo incitan a inscribirse en la Ecole Nationale d’Ats Plastiques. Allí, el joven perfecciona el conocimiento de las diferentes técnicas. A sus 20 años, realiza su primera exposición en el sur de Francia. Se exponen una veintena de obras figurativas. Todas se venden y él obtiene el Premio Ingres. Recibe después otros premios regionales y nacionales.

 

Hoy en día, nos propone una pintura madura y consolidada, poco a poco desaparece lo figurativo para dar paso a una representación personal del mundo, encarnada por la materia, el movimiento y el color.

 

Pinturas del viaje, viajes de la pintura, sus obras cuentan a la vez, el mundo de afuera y de adentro, ese que el artista vio. Ese que hizo al hombre.

 

Una obra contemplativa que describe la belleza del mundo, su deterioro y la riqueza de sus arcanos. Y que lleva al espectador a cuestionarse sobre su propio recorrido ya que para proponer tal visión del mundo, es necesario haber vivido. Mejor aún, es necesario haber escogido acertadamente su vida.

                                                                                                                                        Sébastien Maurès

Crítico de arte y editor de la revista TERRE D'ART

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